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Luis Nieto, Accésit Certamen Argizaiola 2011 

Argizaiola, la luz de los que fuimos

El Argizaiola transforma la memoria en luz. La fotografía, en imagen.

En un lienzo de silencio blanco, la nieve abraza la tierra con una pureza casi etérea, interrumpida únicamente por la silueta oscura de un vacío que parece susurrar historias olvidadas. La figura, un hueco en la nieve, se yergue como una sombra melancólica, con contornos suaves que evocan la forma de un ser humano detenido en el tiempo, quizás un eco de alguien que una vez caminó por este paisaje desolado. Al fondo, dos árboles desnudos, como centinelas solitarios, se alzan contra un cielo grisáceo, difuminado por la bruma del invierno. La luz tenue, casi inexistente, baña la escena en tonos monocromáticos, creando un contraste dramático entre el blanco cegador y las sombras profundas, un diálogo visual entre la ausencia y la presencia, entre lo eterno y lo efímero.
Cuando tomé esta fotografía, sentí que el invierno me hablaba en susurros. La nieve, tan pura y fría, parecía guardar los secretos de un mundo que se había detenido, como si el tiempo mismo se hubiera congelado bajo su manto. Ese hueco en la nieve, con su forma humana, me golpeó como un recuerdo que no podía tocar: ¿era la huella de alguien que había estado allí, o simplemente la imaginación de un corazón que añoraba compañía en medio de tanta soledad? Los árboles al fondo, desnudos y frágiles, parecían testigos mudos de mi propia vulnerabilidad, de esa sensación de estar perdido en un paisaje que no ofrece respuestas. Ganar el accésit en el certamen Argizaiola 2011 con esta imagen fue más que un reconocimiento; fue un momento en el que sentí que mi silencio, mi melancolía, había encontrado una voz. Esta fotografía no es solo una captura de la naturaleza; es un pedazo de mi alma, un instante en el que el frío me abrazó y me susurró que, incluso en la soledad, hay belleza.
HISTORIA DEL ARGIZAIOLA

En 1973, en el Hotel Alaska de Alsasua, y en el transcurso de diversas conversaciones entre los responsables de distintas Agrupaciones Fotográficas del País Vasco sobre una hipotética Federación, surgió la idea y fue convocado el PRIMER TROFEO ARGIZAIOLA.

La principal característica de este certamen fotográfico era que se realizaba con las fotografías previamente clasificadas en los siguientes concursos y posteriormente se exponía en diferentes localidades de nuestra geografía:

*Concurso fotográfico SAN PRUDENCIO, del Consejo de Cultura de la Diputación Foral de Álava.

*MEMORIAL MARQUES DE ROCAVERDE, de la Sociedad Fotográfica de Gipuzkoa.

*MEMORIAL NICOLAS ARDANAZ, de la Agrupación Fotográfica y Cinematográfica de Navarra.

*QUINCENA VIZCAINA, del Vizcaya Club Cine Foto.

Aquellos momentos propicios para nuestro asociacionismo fotográfico dieron por fin resultado en 1978, con el nacimiento de la FEDERACIÓN DE AGRUPACIONES FOTOGRÁFICAS DEL PAÍS VASCO, y posteriormente con la CONFEDERACIÓN ESPAÑOLA DE FOTOGRAFÍA, impulsada así mismo desde el  País Vasco.

El Trofeo ARGIZAIOLA fue durante años el máximo exponente de la concursística vasca, pero al decaer el mismo, cuando menos el concepto en que estaba basado, cayó en un pequeño paréntesis, para volver con renovada fuerza en el año 1995.

Si en la primera época del Certamen ARGIZAIOLA eran las fotografías las que se clasificaban para la fase final, ahora son los fotógrafos premiados en los concursos base quienes reciben una invitación a participar, y lo hacen con absoluta libertad.

Luz en la memoria: El argizaiola y su reflejo en la fotografía contemporánea de Guipúzcoa

Fotografiar un Argizaiola es intentar captar el susurro de quienes ya no están.

En el corazón de la tradición funeraria vasca, el argizaiola se erige como un símbolo silencioso de la conexión entre los vivos y los muertos. Este objeto ritual, una tabla de madera decorada con motivos simbólicos y envuelta en una vela de cera, representa la luz del alma y su permanencia más allá de la muerte. Curiosamente, comparte una esencia profunda con la fotografía: ambas son formas de preservar lo que ya no está, de hacer visible la memoria, de dar forma a la ausencia mediante la luz. En este artículo exploramos cómo el argizaiola, más allá de su valor antropológico, ha encontrado eco en la fotografía contemporánea en Guipúzcoa, funcionando como fuente de inspiración artística, metáfora visual y vínculo con las raíces.

ORIGEN Y SIGNIFICADO DEL ARGIZAIOLA

El argizaiola es una tabla alargada, generalmente de madera de avellano o de roble, decorada con cruces, espirales, flores y otros motivos de inspiración religiosa o ancestral. La vela de cera enrollada a su alrededor se encendía durante la misa y se colocaba sobre las tumbas familiares en el interior de las iglesias. Su uso estaba especialmente extendido en zonas rurales de Guipúzcoa y del País Vasco francés.

El nombre proviene de las palabras vascas «argi» (luz) y «zaiola» (tabla), y su significado es literal: «tabla de la luz». Se encendía para representar al difunto en la ceremonia litúrgica, como si su alma estuviera presente. Más allá de su función religiosa, el argizaiola encierra un fuerte simbolismo: es un objeto de transición, un recordatorio del ciclo de la vida, una llama que arde por los que ya no están.

José Ortiz Echagüe, fotografia de la serie «La España mística»

Eulalia Abaitua, «Lecheras del Txorierri»

LA MIRADA FOTOGRAFICA: DOCUMENTAR LO INTANGIBLE

A finales del siglo XIX y durante el siglo XX, el auge de la fotografía documental y etnográfica en el País Vasco permitió preservar visualmente tradiciones en vías de desaparición, entre ellas el uso del argizaiola. Fotógrafos como Eulalia Abaitua o José Ortiz Echagüe capturaron aspectos de la cultura vasca tradicional, incluyendo escenas religiosas y costumbristas donde este objeto estaba presente.

Además, los archivos de museos como el Museo San Telmo de Donostia o el Museo Vasco de Bayona conservan imágenes en las que el argizaiola aparece, ya sea como parte de exposiciones etnográficas o en contextos ceremoniales. Estas fotografías, muchas en blanco y negro, tienen una carga emocional intensa: documentan lo invisible, hacen presente lo espiritual, y nos hablan de una comunidad que mantenía la memoria colectiva a través de símbolos tangibles.

EL ARGIZAIOLA COMO SIMBOLO FOTOGRAFICO

En la fotografía contemporánea de Guipúzcoa, el argizaiola ha dejado de ser solo un objeto etnográfico para convertirse en motivo de exploración artística. Algunos fotógrafos lo utilizan como metáfora de la memoria, la espiritualidad o el tiempo detenido. La llama del argizaiola, por ejemplo, se convierte en una figura visual poderosa: representa la fragilidad y la persistencia, lo efímero y lo eterno.

En proyectos conceptuales, el argizaiola puede aparecer estilizado, fragmentado o reinterpretado con luz natural o técnicas de larga exposición. También se utiliza en series fotográficas minimalistas que exploran el silencio, la ausencia o la raíz cultural vasca. Su forma alargada y su valor simbólico hacen de él un elemento estético y narrativo de gran potencial.

El argizaiola es mucho más que un objeto litúrgico: es un símbolo profundo de una cosmovisión que entiende la muerte como parte del ciclo vital, y la luz como vínculo con lo eterno. Al igual que la fotografía, transforma lo intangible en presencia, lo invisible en imagen. A través de la lente, podemos redescubrirlo no solo como vestigio del pasado, sino como inspiración viva para hablar de lo que permanece en la memoria, en la cultura y en la luz.